viernes, 14 de octubre de 2011

Ana, la estéril.

Elcana, era un varón del monte Efraín, su esposa se llamaba Ana, pero era estéril. Ana llegaba al templo a "suplicar" a Dios, le diera un hijo. Es más, le hizo una promesa: Si Dios le concedía ser madre, el hijo que tuviera lo iba a consagrar a sus servicios (1era. Samuel 1:11)

Y Dios le concedió un hijo y ella cumplió su promesa, ese hijo se llamaba Samuel. Samuel llegó a ser no solamente un profeta, sino el último de los jueces de Israel. La escritura nos muestra que cada vez que Dios "se acuerda" (Zakar: traer a la mente), de una estéril, el producto es agradable a Dios.

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