sábado, 8 de octubre de 2011

Tomás, el incrédulo.

Cuando se corrió la voz de que Jesús había resucitado, hubo un discípulo que no lo creyó. Se llama Tomás. Dice la escritura que todos comentaban la resurrección de su Maestro, pero que Tomás no les creía.

Fue hasta ocho días después de la resurrección, que Jesús se le presentó, y entonces Tomás creyó. Dios se agrada de los que creen en él por los milagros y por sus grandesas, pero se agrada más cuando uno le cree sin haber visto nada sobrenatural.

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