lunes, 25 de junio de 2012

Obediencia, no sacrificios.

Cada vez que Dios les hablaba a su pueblo Israel, lo que más les recalcaba era "escuchar". Desde el pentateuco vemos que el clamor de Dios para con su pueblo era: "Escucha oh Israel", "Escuchen hoy mi voz"; "Oíd pueblo mío".

¿Pero para qué quiere Dios que le escuchemos? Pues porque el que sea su verdadero pueblo le "obedecerá". Simplemente eso, esa es la mejor prueba de que somos hijos de Dios, si le obedecemos. Un niño de la calle no tiene por qué obedecer a un padre de familia, pero un hijo sí. Ahora bien, el niño de la calle no tiene por qué recibir alimento ni vestido ni educación de un padre, el hijo sí.

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